27.11.09

Manual de instrucciones



Buster Keaton, One Week
(recomiendo sacar el sonido...)

Cuando pensábamos haber encontrado la manera perfecta de solucionar nuestros problemas a través de los manuales de instrucción, nos damos cuenta de que el mundo vuelve a cambiar las reglas de juego en nuestro entorno repleto de tantos y tantos folletos que nos guían en la peripecia de la vida. Manuales estos que cambian con mayor rapidez de la que somos nosotros capaces de leer, aunque sean instrucciones para muebles de IKEA, en los que lo importante no es aprender sino entender, donde no se trata de memorizar sino de relacionar. Ya no hay reglas de juego porque nosotros estamos dentro del juego, y las piezas se mueven y cambian a nuestro alrededor sin que sepamos hacia dónde, ni cómo, ni por qué. Quizás sea que el futuro ha quedado obsoleto, o mejor dicho, que estamos enganchados a un futuro donde por mucho que multiplicáramos por cien nuestra capacidad de evolución siempre nos enfrentaríamos a que lo que hemos aprendido YA no nos sirve. Es este el momento en que recuerdas al alumno que pretende que le ofrezcas la solución a los problemas de su proyecto, o al que quiere –o quizás necesita- el manual para hacer “buenos proyectos”, o al otro que comenta enfadado: ¡… pero si el otro día me explicaste lo contrario! Casi tengo por seguro que este es nuestro fin, el no poder dar a los alumnos un manual que les instruya en la búsqueda de soluciones, pues cada una de las posibilidades se convierte en una posible solución, o en quizás ninguna, pero siempre esto conlleva la aventura de buscarlas.

Una vez en el despacho, sobre mi mesa destaca un sobre que contiene un Cd y una invitación para un concurso. El topográfico, el programa y un manual, casi “libro”, de instrucciones. Todo, absolutamente todo está en él, hasta la “sugerencia” para la valla de cerramiento, el zócalo, el WC, los metros cuadrados para los balcones, a lo cual sigue una extensa enumeración de detalles, y todo esto porque es lo que la gente quiere, lo que la gente pide, lo que a la gente le gusta. Es el “libro de instrucciones de donde la gente quiere vivir”. Y así nos encontramos con un puzle formado por piezas que hay que intentar encajar en el agujero que no corresponde, a sabiendas de que si lo logras sencillamente habrás perdido.

Escribo estas consideraciones anclado en una pista de aeropuerto, en un avión que espera desde hace una hora para despegar, y rompiendo las reglas que la “simpática” azafata no cesa de repetir: ¡Apaguen todos los dispositivos electrónicos, por favor!

Al final, estoy aquí por una simple razón, encontrarme con mi otra parte de familia que se encuentra a cuarenta y cinco minutos de vuelo, y sin saber muy bien qué hacer. Supongo que no me dieron ese manual de instrucciones cuando vine a este mundo, o quizás un día dejé de seguirlo.

Marc Chalamanch

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