21.4.10
¿El espacio urbano cómo simple contenedor de infraestructuras?
Es desconcertante llegar a Bangkok y, sin apenas darse cuenta, encontrarse inmerso en un espacio absolutamente sorprendente, en el que estamos muy poco acostumbrados a movernos. Un espacio público en tres dimensiones. El cielo deja de ser el límite vertical de la calle, y se convierte en una multitud de infraestructuras que son el techo de la cota cero.
Las circulaciones, dirigidas y lineales, están delimitadas por el vacío de la altura. Los flujos, encauzados, compartimentados y clasificados, se mueven como serpientes voladoras por encima de una cota cero donde la “mixticidad” se recupera y la libertad de movimientos se incorpora al fantástico caos citadino.
Coches, motocicletas, Skytrain y peatones se entrelazan en el aire y se conectan de una manera que parece, en ocasiones, improvisada. La infraestructura es más importante que la persona, que se convierte en un mero flujo de la ciudad.
Muchas veces la altura de este entramado de infraestructuras vuela sobrepasando los edificios, convirtiendo los techos de la ciudad en una verdadera fachada del espacio público. Nos encontramos en un espacio que la arquitectura, como siempre lenta, aún no ha descubierto, pero que la publicidad está conquistando a gran velocidad.
La cota cero de los edificios desaparece y su zócalo pierde valor, los edificios se relacionan con la ciudad incorporando el eje Z en su construcción. La conexión entre espacio público y edificios se multiplica en las alturas, y se jerarquiza de acuerdo con la altura desde la que se acceda. Velocidad, especialización, comercio y clases sociales divididas según la altura. En la cota cero el comercio informal, y en cotas superiores los grandes malls y los hoteles de más estrellas, que colonizan nuevas formas de relación con el espacio público, sin tener que mezclarse con el ajetreado mundo de más abajo.
Los hombres han creado estas infraestructuras para solucionar los problemas generados por la mala gestión de sus propias necesidades. Soluciones contundentes a problemas nuevos generados por la falta de una visión global y por la incapacidad de anticiparse al futuro. Infraestructuras que responden al problema en vez de buscar la solución en el propio generador de este. La persona desaparece ahogada en sus propias necesidades, como un Jimi Hendrix en su último suspiro. Una borrachera de “modernidad” superpuesta parapetada bajo el paraguas del servicio público y la sostenibilidad, por la simple razón de buscar una solución y que esta sea un tren eléctrico. La estrategia del más es mejor, en vez de pensar en el qué y el por qué.
Como dice Yona Friedman, “La ciudad y la nueva sociedad están en proceso de formación, aunque no sean visibles todavía. ¿Serán ‘mejores’ que las que las precedieron? Esa es la cuestión.” Seguro que si olvidamos a las personas y las hacemos desaparecer como actores principales del espacio público, esa dejaría de ser la ciudad para la que estamos trabajando.
Marc Chalamanch
(Fotografías Marc Chalamanch, skytrain de Bangkok)
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