Entrados en el s.XXI, nuestra sociedad se está adaptando a una rápida transformación de los modelos imperantes y antagónicos del siglo pasado. Se halla inmersa en una transición hacia un nuevo paradigma que se venía gestando desde la Guerra Fría. Una transición que estamos viviendo como una periodo de intensos acontecimientos que transforman nuestra visión del mundo, nos hacen replantear nuestro compromiso social y político, al tiempo que nos permiten ampliar el ámbito cultural en el que vivimos traspasando fronteras. Mientras, se generan nuevas potencialidades económicas a partir del desarrollo tecnológico en un entorno de desconcierto. En pocas décadas hemos vivido las oportunidades y las crisis de este cambio, y hemos empezado a desarrollar nuevas estructuras de interacción dentro de una sociedad global. Nos encontramos viviendo en un presente de cambio constante, con un futuro que es difícilmente descifrable, y donde el devenir tecno-informacional está construyendo una sociedad global.
Estas transformaciones están afectando a cada ciudadano en todos los ámbitos de sus vidas tanto colectivos como privados, y difuminan las fronteras que existen entre ellos poniendo en crisis los límites de la sociedad industrial. Estamos reformulando la manera de relacionarnos mientras reconfiguramos cómo aprender, trabajar e interactuar con una sociedad en transformación. Cambios que nos están obligando a replantear los espacios físicos existentes para adaptarlos a una realidad cambiante, dinámica e indefinida. Tenemos la gran oportunidad de repensar nuestros espacios de relación, los espacios públicos y privados, de ocio y de trabajo. La responsabilidad como arquitectos y urbanistas de dar respuesta a unos cambios paradigmáticos que tenemos que contextualizar.
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Vivimos inmersos en una sociedad que está transformando sus viejas estructuras sociales, económicas, políticas y culturales. Una sociedad que se encuentra en pleno desarrollo de la denominada por Manuel Castells Sociedad Red (Castells 2011) y con ella una sociedad global. Este cambio estructural se empezó a tejer en la década de los setenta con la aparición, al mismo tiempo, de tres procesos independientes: la transformación de la organización social por la crisis y la restructuración del industrialismo, los cambios sociales dentro de esta estructura con la aparición de movimientos sociales y culturales alternativos, y el paradigma tecnológico alrededor de las tecnologías de la información y la comunicación llamado Informacionalismo. Fue la oportunidad histórica del Informacionalismo, la que permitió aprovechar la afortunada coincidencia de factores económicos, sociales, políticos y culturales para generar y expandir unas nuevas formas de organización social, génesis de la Sociedad Red.
A principios de los setenta, el industrialismo encuentra sus límites de crecimiento de productividad y busca cómo manejar el potencial liberado por las tecnologías de la información y la comunicación. Empiezan a surgir alternativas a la idea de una técnica que tiene que ir ligada a la organización, a la noción de una división del trabajo marcada por la economía política, y al principio de que el pensamiento tiene que ser mecanizado. Una década en la que se comienza a cuestionar una producción basada en la gestión científica de la jerarquía de funciones como principio estructural, y a la certeza única de la enumeración como idea de partida. Es entonces cuando el paradigma imperante hasta el tercer cuarto del s. XX, el industrialismo, con sus dos modelos antagónicos de producción asociados (el capitalismo basado en el modelo Keynesiano y el estatismo asentado en el control de la información y acaparamiento de tecnología en el complejo militar del bloque comunista), entra en crisis y busca la forma de reestructurarse y aprovechar su transformación para encontrar un nuevo posicionamiento geopolítico. Un posicionamiento que crecerá alrededor de las utopías de la comunicación universal y de una sociedad descentralizada gracias a los avances de la redes de comunicación (Matterlart,2002).
Al mismo tiempo surgieron movimientos sociales y culturales alternativos a los oficiales que estaban orientados a la transformación de la sociedad, con valores de libertad y autonomía personal, y que querían ser la contrapropuesta a las instituciones imperantes de la sociedad como la iglesia, la familia, el Estado, y el poder empresarial y económico. Son movimientos que desarrollaron proyectos alternativos con valores emergentes dentro de movimientos culturales y sociales. Movimientos que en sus inicios se visualizaron en protestas como las de Free Speech Movement (FSM) Berkeley en 1964 o el Mayo de 1968 en París, y se aglutinaron en multitud de movimientos como el feminismo y el ecologismo. Proyectos alternativos que abren el pensamiento hacia un individuo polivalente, educado de una forma integral, y con un futuro de reconciliación del trabajo con el tiempo personal, todo dentro de una sociedad global transformándose aceleradamente en un presente continuo interconectado.
Pero el factor más determinante de transformación lo encontramos en el desarrollo y en la generación de energía durante la Revolución Industrial. Una generación energética que posibilitó que la humanidad aumentara su poder frente a la naturaleza hasta llegar a convertirla en la condición indispensable para su propia existencia. Es esta energía la que permitió el enorme avance tecnológico que llevó a la aparición del paradigma tecnológico del Informacionalismo (Castells 2011). Un nuevo paradigma construido en torno a las tecnologías digitales de la información y la comunicación que, así mismo, no hará desaparecer el industrialismo sino que lo mantendrá subsumido en la era de la información.
Se escribe que estamos viviendo en la Sociedad de la Información pero la información, en toda la historia de la humanidad, tanto para las personas como para las instituciones con acceso a ella, ha sido gestionada para dar valor y llegar así a conseguir sus propósitos a través del conocimiento. Bajo este prisma resulta confuso hablar de estar viviendo en la Sociedad de la Información, a pesar de ser un término que es utilizado como marco conceptual para definir nuestra sociedad. Una utilización que Manuel Castells llega a considerar como un error empírico y teórico (Castells 2011), un nombre surgido de la extrapolación tecnológica de la sociedad industrial en la cultura occidental. Todas las sociedades, a lo largo de la historia, han utilizado la información y el conocimiento, innato en la condición humana y en su evolución, como factor indispensable para la obtención de poder, productividad, riqueza y significado. En este contexto también se tiene que tener en cuenta que el conocimiento a lo largo de la historia ha tenido una relatividad histórica.
Desde este punto de vista, podríamos decir que cuando hablamos de la Sociedad de la Información aludimos más bien a una característica transversal de las sociedades a lo largo de la historia. Pero alrededor de los siglos XVII y XVIII podemos empezar a encontrar un cambio importante en la idea de una sociedad basada en la información. Es el momento en que se entronizaron las matemáticas como modelo de razonamiento y de acción útil. Es cuando se incorpora en el código genético de un nuevo proyecto de sociedad la mística de los números antes que la de la lengua o la cultura como noción de información. Es entonces cuando lo cifrable y mesurable se convierte en el prototipo del discurso de la verdad. Pero no es hasta la revolución francesa cuando la noción del valor del conocimiento se convirtió en el rasero que marcaría el ideal de igualdad ciudadana y de los valores de universalismo que ha ido evolucionando hasta nuestros días (Castells 2011).
La diferencia esencial que convierte ahora la información y el conocimiento en la base de este nuevo paradigma Informacional se encuentra en su poder inherente, en su capacidad para convertirse en una nueva forma de desarrollo. Ahora, la información se sitúa en el centro de las fuentes de productividad. Aprovecha la interacción, la flexibilidad, la capacidad de recombinarse y superarse que proporcionan las nuevas tecnologías para mejorar la generación de conocimiento. Es el movimiento de la información el que refunda esta nueva sociedad. Una información mucho más veloz que el movimiento físico sobre el que se construyó la sociedad industrial. Un industrialismo que se organizó en torno al crecimiento económico, estructurando su actuación alrededor de la producción en masa. Mientras, el informacionalismo acumula un conocimiento autoexpansivo, cada vez más voluminoso, complejo y veloz -con una rápida capacidad de procesamiento- gracias al uso y a la expansión de las tecnologías de la información y el conocimiento (TIC).
El Informacionalismo, con el soporte imprescindible para su evolución de las TIC, se ha situado en el eje del desarrollo y la productividad. Una productividad donde la materialidad de la sociedad industrial se está evapora para convertirse en una digitalización que no entiende de límites. Una realidad digital tan palpable como la propia realidad material. Tan real que como arquitectos tenemos que saber adaptarnos a ella para encontrar los mecanismos que conviertan nuestro conocimiento en herramienta para la construcción de esta nueva sociedad. Un paradigma Informacional que está transformando todos los ámbitos de nuestra sociedad convirtiéndolos en oportunidades únicas de repensarlos y repensarnos.
Marc Chalamanch
(Fotografía Marc Chalamanch, Barcelona, 2011)
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CASTELLS, M. (2011) La sociedad red: Una visión global. Madrid: Alianza Editorial. MATTELART, Armand (2002) Historia de la sociedad de la información, Barcelona: Paidós
1 comentario:
Good article!
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