Entrados en el siglo XXI se ha
desvanecido la ciudad de las tecnologías de la información que profetizaban,
hace pocas décadas, los futurólogos disfrazados de gurús. Tampoco se ha llegado
a la tecnópolis totalitaria denunciada por los nostálgicos del "cualquier
tiempo pasado siempre es mejor". Resulta interesante repasar las
atrevidas predicciones mesiánicas que las novelas de ciencia ficción dibujaban sobre el futuro tecnológico que venía con la aparición de las
nuevas tecnologías del transporte y la comunicación. Narraciones sobre ciudades
transformadas en un territorios dispersos donde todas las personas trabajarían
desde sus casas y se relacionarían exclusivamente mediante el ordenador. El tiempo ha
comprobado como erróneas esas visiones sobre el impacto tecnológico sobre
nuestras vidas y sus consecuencias simplistas, lineales, de causa-efecto tecnológica
que tendrían. Unas visiones basadas sobre las lógicas de la inevitabilidad o de
la pura salvación tecnológica sobre la sociedad.