13.5.07

(…)La duda hace necesaria la razón. Y la razón conecta la creencia con la ralidad. Con la razón se discurre, con la razón se comprende, con la razón se conversa. Con la razón se puede cambiar una creencia; he aquí la contradicción. Esto sirve para aventurar unas definiciones que relacionan los distintos grados de creencia con el concepto de duda. Creyente: el que no duda; crédulo: el que duda poco; “creedor” (perdón por forzar el sentido de esta desuasada palabra): el que duda razonablemente, es decir, el que duda con la razón.
Mientras el creyente racional pasea por el mundo de las ideas, no tiene por qué ocurrir nada especial. La crisis aparece cuando se descuelga a analizar las cuestiones de este mundo, cuando pretende comprender su propia vida y la de los vecinos. La razón, la buena razón, siempre se ofende cuando una creencia, una buen creencia, le cierra el paso. ¿Cuándo asumir la idea de un Dios que es bueno y omnipresente al mismo tiempo? Esta clase de contradicción asoma en muchas disciplinas, quizás en todas, pero en ninguna como en la teología. Tratar de la fe sin renunciar a la razón! La fe no duda, pero se puede dudar de la fe. En principio, ¿por qué no? Las contradicciones, bien llevadas, proveen suculentos avances en la construcción de conocimiento.
El humano, como humano, el presunto animal racional, es un engreído de sus creencias. (…) Por eso, el científico necesita creer, a partir de una creencia. Cree en una idea, pero luego la pasa por el método. (…)

Jorge Wagensberg
La duda (El gozo: lo bello y lo inteligible)

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